domingo, 25 de marzo de 2018

Derechos humanos: Mujer Orestes Martí

  Derechos humanos: Mujer
Orestes Martí
Mujeres en jaque dentro del mundo laboral
Por María Julia Mayoral (PL)
La Habana, 25 mar
ocs/mjm
Más del 42 por ciento de los trabajadores en el mundo laboran por cuenta propia y como auxiliares de parientes en condiciones muchas veces precarias, que inciden de manera particular sobre las mujeres, advirtió la OIT.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la proporción de ocupados en ambas categorías informales subió en los países en desarrollo y emergentes, al registrar en 2018 valores relativos de 76,4 y 46,2 por ciento, respectivamente.

Pese a rezagos comunes, alertó el organismo, 'la probabilidad de que las trabajadoras por cuenta propia amplíen sus actividades y se conviertan en empleadoras es escasa'; a escala global, estas últimas representan solo el 1,7 por ciento de la ocupación femenina total frente al cuatro por ciento entre los hombres.

Incluso en territorios desarrollados, ellas 'continúan tropezando con obstáculos en el mercado laboral cuando tratan de acceder a cargos empresariales y directivos', observó la agencia de Naciones Unidas.

Desde la perspectiva de género, también prevalecen notables diferencias en cuanto a la participación en el mercado laboral: en 2018 la tasa mundial de participación femenina es del 48,5 por ciento; es decir, 26,5 puntos porcentuales más baja que la de los hombres, indicó el estudio.

A juicio de la OIT, este fenómeno predomina en África del norte, Asia meridional y los estados árabes, y 'no se prevén cambios en el futuro cercano, sobre todo a juzgar por el nivel sumamente bajo de las tasas de participación femenina en esas regiones'.

Lo más preocupante de la tendencia es que, 'debido a pautas culturales y de género restrictivas, las mujeres de estos países ven más limitadas sus opciones para buscar un empleo remunerado', evaluó la institución.

En cambio, contrastó, en muchas naciones desarrolladas los índices de participación de las mujeres gradualmente van acercándose a las de los hombres, al bajar la brecha a 15,6 puntos porcentuales en 2018.

De todos modos, 'hay datos que indican persistentes brechas salariales entre los géneros en muchos países desarrollados, las cuales ponen de manifiesto los problemas actuales de disparidad en cuanto a la calidad del empleo, pese a la mayor presencia femenina en el mercado de trabajo', sopesó la OIT.

Las brechas más reducidas entre las tasas de participación corresponden los países en desarrollo (11,8 puntos porcentuales en 2018), y es de esperar que permanezcan estables durante el período 2018-2021, como reflejo de la necesidad económica de buscar empleo a causa de la pobreza y la falta de acceso a la protección social.

Al decir de la fuente, las mujeres también tienen menos probabilidades de encontrar plazas: en 2018, la tasa mundial de desocupación femenina, del seis por ciento, rebasa a la masculina en alrededor de 0,8 puntos porcentuales.

Los países en desarrollo, distinguió el reporte, presentan la relación más equilibrada entre tasas de desocupación hombre-mujer en todos los grupos de ingreso, pero esa disparidad relativamente baja 'dista mucho de indicar un mercado laboral saludable, ni para las mujeres ni para los hombres'.

Las complejidades del empleo informal y el limitado acceso a los sistemas de protección social, presionan a unas y otros a aceptar cualquier oportunidad laboral, independientemente de las condiciones, argumentó el informe.

Tener un empleo remunerado 'no basta para estar a salvo de la pobreza'. Por ejemplo, en las naciones en desarrollo y emergentes al menos uno de cada cuatro hombres y mujeres que trabajan vive en hogares con ingresos per cápita inferiores a los 3,10 dólares al día.

Para la OIT, la comunidad internacional tiene ante sí retos sociales acuciantes, entre ellos 'subsanar las brechas entre los géneros en el mundo del trabajo'.
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 EL DICCIONARIO Y LA MUJER

Por ILAN STAVANS (profesor en Amherst College. Su libro más reciente es Lengua fresca: Antología personal y reúne material diverso de su obra).

Tomado de New York Times. Publicado por verbiclara

 AMHERST, Massachusetts — Haga usted un experimento: busque una palabra no solamente en un diccionario, sino en muchos distintos. Lo que hallará lo sorprenderá.


 Yo mismo lo hice hace poco. Le seguí la pista a la palabra mujer, que —no hace falta decir— está sobrecargada de significado. Desarrollé este experimento en orden regresivo, del diccionario más usado en la actualidad al más polvoriento.

 Primero fui al Diccionario de la Lengua Española, que es algo así como un instrumento evangelizador en el mundo hispánico. La edición a la que acudí es de 2001. Dice, entre otras cosas, que mujer es una “persona del sexo femenino”
 Hoy esta definición parecerá sensata a la mayor parte de los usuarios. Se ajusta más o menos a los lineamientos culturales de nuestra sociedad. Pero hay quien se siente incómodo y tengo prueba de ello. Hace unos días se la mostré a un grupo de estudiantes de entre 18 a 22 años. Casi todos estaban inconformes. Propusieron una definición alternativa: “Persona que por sí misma se identifica con el sexo femenino”. Argumentaron que en el presente entendemos la sexualidad como un atributo biológico y también como una dimensión cultural. Uno no nace mujer sino se hace o elige serlo. Es decir, el sexo es una construcción social. Las personas transgénero optan por pertenecer a un sexo u otro.
 Esa actitud es muestra de cómo los diccionarios están atrapados irremediablemente en su época. En sus páginas cabe toda la lengua. Vamos a ellos en busca de exactitud. Pero la exactitud de ahora es la inexactitud de mañana. Las expresiones que nos ofrecen son de quienes las hacen y, como anunciaba José Ortega y Gasset, cada uno de nosotros es en sí mismo y en su circunstancia. No es improbable que en la próxima edición del DLE se introduzcan cambios, no importa cuán sutiles sean.
 Mi aventura me llevó a otros diccionarios. El Breve diccionario crítico etimológico del español (edición revisada de 1991), de Joan Corominas, dice que mujer viene del latín mulier y da estos derivados: mujercilla, mujerzuela, mujeriego, mujerío, mujerona y mujeruca. La lista da miedo.
 María Moliner, una de mis heroínas (por cierto, esta palabra está en vías de extinción) que hasta donde entiendo es la única mujer que por cuenta propia se ha encargado de compilar un diccionario entero (salió en 1962) en castellano, y cuyo interés estaba en los usos que hacemos de las palabras, dice, otra vez entre otras cosas, que ¡Mujer! (Moliner envuelve la palabra entre signos de puntuación) es un “vocativo empleado en exclamaciones en lenguaje familiar, dirigiéndose a niñas o mujeres a las que no se les trata con respeto”. Da varios ejemplos, entre ellos: “¡Mujer… qué cosas dices (ve con más cuidado, …no digas esas cosas, …no quería decir eso, …acompáñame a casa)!”
 Moliner empezó a recopilar palabras en la segunda mitad de los cuarenta, un par de décadas antes de la así llamada “segunda ola feminista”. Ya para entonces ella compartía algunos de los manifiestos de esa ola. Su amigo Dámaso Alonso la impulsó a convertir su pasión en un libro que fuera útil a los demás. Ella silenciosamente insertó en sus definiciones un rechazo a las normas aceptadas de su contexto. Lo hizo sin propuestas aparatosas. Así, poco a poco y desde la sombra, es como trabajan los lexicógrafos. Su impacto es enorme porque establece los parámetros del conocimiento.
 Hoy el de Moliner se conoce como Diccionario de uso del español. La edición que tengo en mi biblioteca personal ofrece una lista de variantes del uso de la palabra mujer. Por ejemplo, “mujer de la calle”, “mujer pública”, “mujer fatal”, “mujer objeto” y “de mujer a mujer”. Estas variantes dan muestra de la dosis de subjetividad que inyectamos en la palabra. Reconocer su veracidad es comprobar que hay pocas palabras neutrales.
 Seguí luego en mi búsqueda con el Diccionario de autoridades, que fue hecho entre 1726 y 1739. Este lexicón sirvió de base en la redacción del Diccionario de la Lengua Española. El de Autoridades anuncia que muger (hasta el siglo XIX la palabra se escribía con g) “se entiende regularmente a la que está casada con relación al marido”. Dice que muger de la casa es “la que tiene gobierno y disposición para mandar y ejecutar las cosas que le pertenecen y cuida de su hacienda y familia con mucha exactitud y diligencia”. El mensaje es inconfundible: la mujer es esposa y regente doméstica.
 De allí, lo que encontré fue, como decía Cantinflas, “de mal en pior”. El primer diccionario importante en nuestra lengua es el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, que fue auspiciado por el Santo Oficio de la Inquisición y apareció en 1611. Esta es una fecha importante porque está entre la aparición de la primera y la segunda parte del Quijote, la obra cumbre de la hispanidad renacentista. Allí hallé un párrafo largo y laberíntico que no alcanza a compactarse. Entre otras cosas —y aunque usted no lo crea— dice que muger es “tormento de la casa, naufragio del hombre, embarazo del sosiego, cautiverio de la vida, daño continuo, disfrazado veneno y mal necesario”.
 Más que una definición, la de Covarrubias es un exabrupto misógino. Claro que en su época la actitud general ante las mujeres era la de verlas y tratarlas como seres inferiores. Hacia 1680, unos setenta años después, sor Juana Inés de La Cruz, la monja poeta, escribía en México sobre los “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.
 Mi experimento fue a la vez asombroso y revelador. Los diccionarios son depósitos de la memoria colectiva. Un recorrido a través de ellos es un viaje en el tiempo. Sirve para percatarse de que las palabras que usamos a diario son más que meros vocablos. Guardan secretos históricos. Este ir y venir me hizo pensar en la “Oda al diccionario” de Pablo Neruda, acaso uno de los poemas más hermosos que conozco:
 Diccionario, no eres tumba, sepulcro, féretro, túmulo, mausoleo,
 sino preservación, fuego escondido, plantación de rubíes, perpetuidad viviente de la esencia, granero del idioma.

+ACTUALIZACIÓN+
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